Lluvia...Oscura
Ese
sueño le era repetitivo. Llevaba cinco días contados teniendo el
mismo sueño. Lo más inexplicable de todo era que le agradaba. La
primera noche se había despertado hasta algo asustado… Le asustaba
tener sueños de ese tipo con ese rubio de nombre Oz.
Esa mañana se despertó con un calor que le recorría todo el cuerpo, de pies a cabeza.
Se levantó, colocando sus zapatillas y se lavó la cara. Su reflejo le mostraba lo rojo que se encontraba. Dejó ir un suspiro y se vistió.
Cuando estaba listo y se disponía a abrir la puerta, algo le golpeó en la cabeza. Se dio la vuelta enfadado y vio media cara de Xerxes -la otra mitad la tapaba la ventana- con Emily en la cabeza.
-Raven ~, te estamos esperando en el jardín para unas prácticas-Dijo con su típica falsa sonrisa.
Gilbert no tenía ni idea de cómo había aparecido ahí Xerxes, pero decidió no extrañarse, ya que cada día que pasaba aparecía por sitios más raros y su comportamiento se volvía todavía más loco de lo que estaba. Cuando desapareció, Gil dio gracias a Dios, ya que su compañero no se había dado cuenta de lo rojo que estaba-o por lo menos no había comentado nada al respecto-. Dejó ir otro suspiro –el segundo de aquella mañana- y bajó, sin comer nada, al jardín. Allí, en la primera persona en la que se fijó fue en él.
El joven protagonista de sus sueños se encontraba empuñando una espada en aquel gran recinto. Su rostro reflejaba un sueño provocado por lo temprano que se había levantado –lo que Gil no sabía era que se había dormido bastante tarde-. El joven Bezarius dejó ir un bostezo y luego miró hacia el recién llegado.
-¡Buenos días, Gil! –Exclamó, y luego, sin tan siquiera pensarlo, abrazó a su amigo, lo que hizo que las mejillas de este tomaran algo de color; y entonces Gil se tapó la cara con la mano izquierda para disimularlo, y con la otra mano acarició la cabeza del pequeño, revolviéndole algo el pelo.
-Que muestra de efecto, huhu~ -Se burló Xerxes.
-Tsk -contestó a cambio Gil, mientras Oz se separaba de los brazos de su mejor amigo y sirviente con una amplia sonrisa en la cara.
-¡CABEEZAA DEE ALGAASS!-Una voz hizo que a los cuatro que allí se encontraban –Emily también estaba presente-un escalofrío les recorriese de pies a cabeza.
-Me parece que alguien se ha enfadaaadooo~.-Se burló Emily encima del hombre de pelo lila, a lo que Xerxes respondió con una sonrisa.
Una nube de polvo se acercaba a ellos amenazadoramente, y los pelos de Gil se erizaron ante el pánico que la que había gritado le producía.
Entonces, la que había producido aquel temor, le saltó encima con una espadita pequeña, poniéndosela en el cuello al moreno.
-¿¡Pero qué demonios haces, conejo idiota?!-Estalló a gritos el de abajo.
-¡Te he dicho que él -señalando a Oz- es de MI propiedad, y solo MÍA!-dijo sin bajar su nivel de voz inicial.
-¿¡Qué dices, conejo gigante!? ¡Él no es la propiedad de nadie!
-No te quiere, baka… Pierdes el tiempo-susurró Alice en el oído del chico.
Gil se quedó petrificado y apretó los puños.
La lucha diaria entre los dos había comenzado, y por mucho que Oz intentó tanto separarles como calmarlos mutuamente, fue misión imposible. La lucha duró –para variar- media hora exacta. Xerxes se había llevado a Oz a desayunar junto con Sharon.
Alice, que no aguantaba ver comer a alguien sin ella poder probar alguna de esas delicias, se separó de su “amigo” en el instante en el que el aroma a café –y… ¿Pollo?- llegó hasta su nariz y salió corriendo como alma que lleva al diablo, separándose de Gilbert.
El moreno se levantó, se sacudió la chaqueta que llevaba puesta y tras echar una última mirada a los que estaban desayunando se fue a andar un rato él solo. “No te quiere, baka…” Esas palabras no dejaban de pasar por su mente, dañando al moreno. No era un daño físico, era algo mucho peor, como si un tremendo frío se apoderase de él. Pero no era ninguna novedad; cuando Oz fue arrastrado al Abyss sintió exactamente lo mismo.
Siguió andando, sin saber a dónde le llevaban sus pasos, inmerso en sus sueños y pensamientos; hasta que al final llegó a un lugar que en cuanto regresó del mundo de su cabeza conoció al instante… Aquella cruz de tumba…
Esa mañana se despertó con un calor que le recorría todo el cuerpo, de pies a cabeza.
Se levantó, colocando sus zapatillas y se lavó la cara. Su reflejo le mostraba lo rojo que se encontraba. Dejó ir un suspiro y se vistió.
Cuando estaba listo y se disponía a abrir la puerta, algo le golpeó en la cabeza. Se dio la vuelta enfadado y vio media cara de Xerxes -la otra mitad la tapaba la ventana- con Emily en la cabeza.
-Raven ~, te estamos esperando en el jardín para unas prácticas-Dijo con su típica falsa sonrisa.
Gilbert no tenía ni idea de cómo había aparecido ahí Xerxes, pero decidió no extrañarse, ya que cada día que pasaba aparecía por sitios más raros y su comportamiento se volvía todavía más loco de lo que estaba. Cuando desapareció, Gil dio gracias a Dios, ya que su compañero no se había dado cuenta de lo rojo que estaba-o por lo menos no había comentado nada al respecto-. Dejó ir otro suspiro –el segundo de aquella mañana- y bajó, sin comer nada, al jardín. Allí, en la primera persona en la que se fijó fue en él.
El joven protagonista de sus sueños se encontraba empuñando una espada en aquel gran recinto. Su rostro reflejaba un sueño provocado por lo temprano que se había levantado –lo que Gil no sabía era que se había dormido bastante tarde-. El joven Bezarius dejó ir un bostezo y luego miró hacia el recién llegado.
-¡Buenos días, Gil! –Exclamó, y luego, sin tan siquiera pensarlo, abrazó a su amigo, lo que hizo que las mejillas de este tomaran algo de color; y entonces Gil se tapó la cara con la mano izquierda para disimularlo, y con la otra mano acarició la cabeza del pequeño, revolviéndole algo el pelo.
-Que muestra de efecto, huhu~ -Se burló Xerxes.
-Tsk -contestó a cambio Gil, mientras Oz se separaba de los brazos de su mejor amigo y sirviente con una amplia sonrisa en la cara.
-¡CABEEZAA DEE ALGAASS!-Una voz hizo que a los cuatro que allí se encontraban –Emily también estaba presente-un escalofrío les recorriese de pies a cabeza.
-Me parece que alguien se ha enfadaaadooo~.-Se burló Emily encima del hombre de pelo lila, a lo que Xerxes respondió con una sonrisa.
Una nube de polvo se acercaba a ellos amenazadoramente, y los pelos de Gil se erizaron ante el pánico que la que había gritado le producía.
Entonces, la que había producido aquel temor, le saltó encima con una espadita pequeña, poniéndosela en el cuello al moreno.
-¿¡Pero qué demonios haces, conejo idiota?!-Estalló a gritos el de abajo.
-¡Te he dicho que él -señalando a Oz- es de MI propiedad, y solo MÍA!-dijo sin bajar su nivel de voz inicial.
-¿¡Qué dices, conejo gigante!? ¡Él no es la propiedad de nadie!
-No te quiere, baka… Pierdes el tiempo-susurró Alice en el oído del chico.
Gil se quedó petrificado y apretó los puños.
La lucha diaria entre los dos había comenzado, y por mucho que Oz intentó tanto separarles como calmarlos mutuamente, fue misión imposible. La lucha duró –para variar- media hora exacta. Xerxes se había llevado a Oz a desayunar junto con Sharon.
Alice, que no aguantaba ver comer a alguien sin ella poder probar alguna de esas delicias, se separó de su “amigo” en el instante en el que el aroma a café –y… ¿Pollo?- llegó hasta su nariz y salió corriendo como alma que lleva al diablo, separándose de Gilbert.
El moreno se levantó, se sacudió la chaqueta que llevaba puesta y tras echar una última mirada a los que estaban desayunando se fue a andar un rato él solo. “No te quiere, baka…” Esas palabras no dejaban de pasar por su mente, dañando al moreno. No era un daño físico, era algo mucho peor, como si un tremendo frío se apoderase de él. Pero no era ninguna novedad; cuando Oz fue arrastrado al Abyss sintió exactamente lo mismo.
Siguió andando, sin saber a dónde le llevaban sus pasos, inmerso en sus sueños y pensamientos; hasta que al final llegó a un lugar que en cuanto regresó del mundo de su cabeza conoció al instante… Aquella cruz de tumba…
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