Esta mañana me dejó un comentario una chica que se llama
hatsumiyo para que le publique su historia yaoi obvio *___* me la leí
antes de publicarla y valió la pena. Teneis que leerla si o sí. Las
fundashis (Como yo :D ) y los fundoshis molais. Una cosa más antes,
no quiero ser tan pesada y dejaros leerlo ya, ¡¡Viva el yaoi!! *¬*.
-Te amo… te amo tanto…- Shiro Fujimoto estaba sentado junto a
Mephisto, y este tan solo se dejaba besar por el hombre de cabello
claro que le decía aquellas dulces palabras. Mephisto no le
respondía con su voz, pero su suave y caliente lengua acariciaba la
del otro, dándole a entender que talvez… sentía lo mismo. Shiro
hizo que Mephisto se recostara sobre el colchón, empujándolo
suavemente con sus manos en su pecho, quedando sobre este aún
comiéndoselo a besos. Ya hacía horas que el padre Fujimoto sentía
una presión en su pecho, una necesidad incontrolable de hacerle el
amor a Mephisto al menos una vez más… y es que el canoso hombre
tenía una extraña premonición, un horrendo sentimiento de que esa
era la última noche que podría estar junto a su amado. No sabía de
donde venía ese pensamiento, pero el miedo pudo más que su razón y
había ido directo a la habitación de Mephisto, sin contarle nada,
solo para pasar esas horas con él… solo para amanecer con este en
sus brazos y sentirlo cerca, y sobre todo, suyo.
-Estás raro…- el comentario de Mephisto era de extrañeza, pues
no estaba acostumbrado a que Shiro fuera tan amoroso con él. A pesar
del dulce amor, le dejaba un sabor amargo en la boca. Shiro lo miró
a los ojos, viendo su color verde oliva, e intentando guardar aquella
bella imagen en lo más profundo de su alma. No le dio respuesta a su
comentario, pues en vez de esto comenzó a desnudar al peliazul
lentamente, tomándose su tiempo para recordar cada detalle de lo que
sería su último encuentro. Mephisto lo miraba atentamente, sin
pasar por alto lo callado que estaba… ni tampoco la mirada de dolor
que sostenía en su rostro, sobre la cual no podía descifrar el
porque.
Un pensamiento doloroso azotó a Shiro de improvisto.
-“cuando muera… me va a remplazar.”- Meditó
esto unos segundos, mirando a Mephisto con sus ojos de par en par,
sintiendo como unas lágrimas picaban sus ojos como agujas -“se
buscará a otro hombre para tener sexo”-. Mephisto frunció el
ceño y lo miró de vuelta, sorprendido por la mirada que le había
dado. Convencido de que algo no andaba bien.
-Shiro… que pasa?- Su voz demandante hizo que Shiro despertara
de aquel trance, y de inmediato dejó de mirarlo para apresurarse en
dejarlo desnudo. Mephisto luchó un poco para no dejarse desnudar,
agarrando las manos de Shiro para detenerlo. –Oye! Que te ocurre?-
su voz demandaba una respuesta, y su mirada era firme y autoritaria.
Shiro lo miró otra vez, un poco avergonzado por que Mephisto había
notado su dolor. -“se buscará a otro…”- se
odiaba a si mismo por pensar así de Mephisto… pero sabía que
tenía razón. Cuando él muriera, Mephisto no desperdiciaría su
tiempo llorando su muerte por siempre. El se aburriría tarde o
temprano, y se buscaría a otro tipo que le diera placer.
-me amas?- preguntó Shiro, jadeando a causa del dolor que le
causaba contener las malditas lágrimas. Mephisto pensó que era eso
lo que lo tenía así.
-Tú sabes la respuesta…- musitó, mirando para otro lado, sin
mirarle la cara.
-Jamás me lo has dicho.- Shiro notó que talvez esa era la raíz
de su dolor… a Mephisto no le dolería su muerte, pues no lo amaba.
El peliazul lo miró fijamente, sin separar sus labios, decidido a
quedarse callado. El silencio se hizo frustrante y agotador, y Shiro
decidió simplemente seguir con lo que había empezado. Desnudó a
Mephisto por completo, desnudándose él también mientras Mephisto
le dedicaba una preocupada y adolorida mirada. –Tú solo me tienes
a mí.- declaró Shiro mientras acercaba sus labios al oído de
Mephisto, lamiendo su oreja sensualmente, mordiéndola, sonrojando al
peliazul mientras este meditaba lo que le había dicho el otro. Shiro
imaginó entonces a Mephisto con otro hombre, haciendo realidad su
desgraciada pesadilla, observando como aquel hombre lamía la piel
que él alguna vez lamió… besando los labios que solían ser
suyos… oliendo el cabello que lo cosquilleaba cuando se besaron
alguna vez, hace mucho… Se dio cuenta de que no estaba pensando
correctamente, y de que se estaba volviendo paranoico y un poco loco.
Aún ni dejaba esta vida y ya se torturaba con el fantasma de otro
hombre que ocuparía su lugar. Pero su locura no podía ser detenida,
y siguió acariciando el cálido cuerpo de Mephisto mientras
imaginaba como se entregaría a otro hombre en el futuro… odiándolo
profundamente por sobre su amor mientras lo culpaba de una traición
que aún ni cometía. –Eres mío… solo mío…- le dijo casi con
una dolorosa furia contenida, abriendo sus piernas y dejándolas a
ambos lados de su propio cuerpo.
-Soy tuyo…- murmuró Mephisto, agarrando a Shiro de la nuca, y
obligándolo a besarlo. Shiro se rindió y abrazó a Mephisto,
deteniendo el beso para apoyar su cabeza en el suave y pálido hombro
del demonio. Sus lágrimas comenzaron a correr, mojando el cuerpo de
Mephisto de a poco, dejando salados y delicados surcos por sobre su
piel.
-Lo siento…- susurró Shiro, apenado por como se estaba
comportando. Mephisto no tenía la culpa de nada… había nacido
demonio, y la ternura y amor no eran muy característicos de su
especie. Shiro se echaba la culpa por haber sido él el que se
enamoró de un demonio.
-Si te amo.- susurró Mephisto al sentir las cálidas lágrimas,
obligando ahora a Shiro a mirarlo de frente, sosteniendo su rostro en
sus manos. Lo miró con una ternura que jamás pensó ver en los
profundos ojos oliva del peliazul. –Te amo, Shiro.- le volvió a
decir con cara preocupada, acariciando su rostro tiernamente con sus
dedos, acercándose a sus labios para besarlo con suavidad, rozando
ambas bocas dulcemente. Shiro recordó algo que Yuri le había dicho
hace mucho tiempo… “el error es tratar a los demonios como si
fuesen diferentes a los humanos… las cosas no son así.” Se
dio cuenta de que aún no había logrado entender eso del todo, hasta
ese momento.
-Mephisto.- dijo su nombre adoloridamente, sonando como una
súplica, como un llanto sin lágrimas. Lo abrazó con fuerza,
acariciando su espalda, llevando sus manos a su cabeza y entrelazando
sus dedos en sus azules cabellos, agarrando su cara con necesidad
para besarlo una vez más con una pasión que jamás había
experimentado. Ambos hombres se besaron allí tortuosamente,
sufriendo por un extraño dolor que se palpaba en el ambiente…
sintiendo una tensión en el aire tan densa que se podía cortar con
un cuchillo. Shiro recordó que estaba entre las piernas del
peliazul, y comenzó a masajear su entrada suave y delicadamente,
intentando dilatar un poco aquel agujero antes de hacerlo suyo.
-Sh-Shiro…- sus suspiros eran débiles, y su rubor cubría su
rostro por completo. Jamás había hecho el amor con Shiro de esa
forma… jamás Shiro lo había tratado con tanta delicadeza, como si
deseara que jamás olvidara esa noche. Sentía como sus dedos
hurgaban en su interior, preparándolo con cariño para lo que venía.
Entró en Mephisto lentamente, lastimándolo lo menos posible,
sintiendo como sus apretadas paredes internas succionaban su miembro,
como aquel calor lo envolvía completamente y lo invitaba a correrse
allí mismo. En cambio Mephisto sentía la intrusión algo dolorosa,
como si la cabeza del pene de su amado fuera una dura piedra que lo
lastimaba por dentro. Sentía como sus paredes se estiraban para
darle espacio al duro miembro que se alojaba allí. Se quedaron
estáticos unos momentos, Shiro para no correrse, y Mephisto para que
no le doliera tanto antes de tiempo. Hasta que por fin Shiro comenzó
con unas lentas y cuidadosas embestidas, sujetando los muslos de
Mephisto en sus manos para mantenerlo con las piernas bien abiertas.
-Nh… hah!- Shiro estaba al borde del orgasmo sin querer
contenerse más, sintiendo lo delicioso que era hacerle el amor a
Mephisto sobre esa blanda cama… sintiendo como Mephisto estaba en
las mismas condiciones a juzgar por la fuerza con la que apretaba su
miembro dentro de él, y por las sacudidas que daba su cuerpo entero
en forma de espasmos.
-Shiro… más fuerte, creo que voy a correrme…- Ambos sabían
que era demasiado pronto, pero no les importo mucho. Shiro comenzó a
embestirlo con fuerza, encorvándose por sobre el cuerpo del
peliazul, deseando robarle unos cuantos besos húmedos antes de
derretirse en su interior. Ambas lenguas juguetearon fuera de sus
bocas, saboreándose mutuamente y al aire frío del cuarto, sintiendo
el húmedo y caliente aliento que escapaba de sus cansados pulmones y
rozaba el rostro del otro. Shiro llevó sus labios hasta el cuello de
Mephisto, y lo recorrió completamente a besos, sintiendo el fuerte
pulso bajo la piel que corría por sus venas… Rozando con sus
labios la erizada piel de gallina que tenía a causa del placer y
vergüenza. –Ven… dentro… Hah! Shiro, no puedo más!- Mephisto
acarició la cabeza de Shiro suavemente, manteniéndolo apegado a su
cuello para sentir las cosquillas que le provocaban sus leves
mordeduras. El canoso hombre se derramó dentro del demonio sin poder
contenerse más, sintiendo como su orgasmo perduraba a causa de los
espasmos que sentía al ser apretado con más fuerza por Mephisto,
quien ya se corría junto con él. –AH!!!- el gemido fue ruidoso y
débil, mientras el peliazul sentía como el viscoso líquido
caliente llenaba sus entradas completamente y sentía que su propia
esencia caía sobre su propio abdomen. Las exquisitas sacudidas
duraron unos segundos más hasta que exhaustos, jadeando por aire, y
húmedos en sudor, ambos hombres se relajaron sobre el colchón,
Shiro tumbándose junto a Mephisto, y este recostado como estaba
sobre la cama desordenada.
Se miraron fijamente sobre la cama, intercambiando dulces miradas
cariñosas y sonrisas cómplices del amor que se tenían en secreto.
Se acercaron más el uno al otro, acariciándose el rostro
mutuamente, Shiro atrapando la mano de Mephisto y besándola
suavemente en el dorso de esta.
-Te amo.-
-Te amo…-
Días después, Mephisto recordó la dulce noche con un apretado
nudo en la garganta, agachándose junto a la tumba de Shiro para
dejarle una rosa junto a la lápida. La dejó sobre la tierra,
oliendo el aroma del rocío de la mañana fría e incómodamente
húmeda, llorando calladas lágrimas saladas que caían una a una
sobre la tumba de Shiro.
-Va a llover…- murmuró calladamente mientras se alzaba, mirando
hacia el cielo cubierto de nubes negras. Miró una vez más la fría
lápida de piedra, secándose las lágrimas para aparentar frialdad,
y luego se dio la vuelta y desapareció por entre el resto de las
tumbas del cementerio.
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